sábado, 21 de diciembre de 2013

Memorias de un bosque.


Le gustaba dar largos paseos por el bosque. Era como su “pequeño-gran” lugar donde nadie más que ella entendía lo que sentía. Siempre iba acompañada de su ipod para escuchar música. Tenía la costumbre de escuchar “Las Cuatro Estaciones” de Vivaldi apenas empezar el trayecto hacia su mundo. Cada vez que escuchaba esa pieza descubría cosas nuevas, ya fuesen senderos, criaturas o nuevos matices en la melodía.
El aire puro la hacía sentirse más viva, un poco más… humana. Las personas que habitaban en el mundo “real” le parecían vacías, inhumanas, tan carentes de sentimientos... “El mundo está loco”, decían; pero ella no creía en esa frase. Creía que era diferente. Un bicho raro, como se suele decir. No formaba parte del puzle. ¿Por qué la vida se complicaba a veces tanto?
No pocas fueron las veces en las que se bañó en el lago del bosque. Le daba igual la época, el frío no era obstáculo. Le encantaba sentir el agua helada acariciando los dedos de sus pies y, más tarde, sus tobillos. Se metía lo más despacio posible para notar el agua por todo su cuerpo. Cuando ésta llegaba a las puntas de su pelo se acordaba de que tenía que recogérselo para no tener que secárselo, ya que tardaba mucho. Pero ya que las puntas estaban mojadas no le importaba demasiado y se metía tal y como estaba. Siempre le ocurría lo mismo, era un despiste de chica. También nadaba en el lago cuando llovía. Era una sensación extraña sentir el agua de maneras distintas. Parecía un choque de texturas. Le gustaba. Al salir del lago le encantaba secarse al sol, aunque en invierno se dedicaba a calentarse con rapidez y volver a ponerse la ropa. Pero en verano tenía la manía de estar al sol, no sabía por qué. De pie, sentada, tumbada… no le importaba, pero al sol. En ese período de tiempo podía escuchar con tranquilidad el sonido del bosque; los pájaros trinar, los ciervos andar, las hojas moverse… toda una orquesta sinfónica.
Cuando terminaba de vestirse, dirigía otra vez la vista al lago y se volvía a acercar. Al estar el agua sin perturbaciones podía ver su rostro sin problemas. Pelo exageradamente largo y despeinado que le llegaba por los codos de color castaño, piel pálida, nariz pequeña, labios finos y unos enormes ojos oscurísimos color café. Al verse reflejada, sonreía. En aquellos momentos sentía eso que llamaban felicidad y no tenía por qué esconderlo. El lago también ofrecía una realidad distinta en el hermoso cuadro que se formaba en sus aguas;  ahí la vista parecía más triste, pero con millones de historias que contar. El mundo paralelo que le regalaba era, como mínimo, interesante. Los árboles parecían mágicos y se le antojaban enormes personas de carne y hueso. Las aves simulaban peces nadando en el cielo y éste evocaba un grandísimo océano lleno de nubes “submarinas”. Vivir ahí tiene que ser raro, pensaba. Deseaba zambullirse  en esa realidad tan distinta a la suya. Seguro que se estaría mejor volando por el cielo, sin las preocupaciones  que ocupaban su mente actualmente.
Al terminar de admirar el lago por última vez, volvía a internarse en el frondoso bosque. ¿Cuántos secretos esconderán estos caminos vírgenes? ¿Habría alguna persona en el mundo tan enamorada de este paraíso como yo? Su cabeza entraba en ebullición; siempre le daba vueltas a lo mismo cada vez que llevaba un determinado tiempo paseando. Prefería seguir obviando un poco más las voces de su cabeza, no quería volver al mundo exterior tan pronto.
Llegó un día en el que encontró una ruta diferente a la habitual. Anduvo y anduvo hasta casi perder de vista los árboles. El camino se empinaba cada vez más y se empezaba a cansar. Al fin llegó a la cima. Se encontraba en lo alto de un precipicio, viendo unas vistas preciosas de la puesta de sol. Si miraba abajo podía observar el bosque en el que tanto tiempo había estado durante su vida, el bosque que amaba, el bosque que guardaba una parte de sí misma. Clavó la vista en el horizonte y se precipitó al vacío. Ni ella misma supo por qué lo hacía. Quizás al fin había encontrado una respuesta para todas sus preguntas, quizás se había aburrido de buscar la clave a su vida… nunca lo sabremos.
Y esta, querido y desocupado lector, es la historia de una misteriosa y confundida chica a la que nunca nadie logró entender del todo.

Con amor, un bosque que echa de menos a su pequeña intrusa.