Le gustaba dar largos paseos por el bosque. Era como su
“pequeño-gran” lugar donde nadie más que ella entendía lo que sentía. Siempre
iba acompañada de su ipod para escuchar música. Tenía la costumbre de escuchar
“Las Cuatro Estaciones” de Vivaldi apenas empezar el trayecto hacia su mundo.
Cada vez que escuchaba esa pieza descubría cosas nuevas, ya fuesen senderos,
criaturas o nuevos matices en la melodía.
El aire puro la hacía sentirse más viva, un poco más…
humana. Las personas que habitaban en el mundo “real” le parecían vacías,
inhumanas, tan carentes de sentimientos... “El mundo está loco”, decían; pero
ella no creía en esa frase. Creía que era diferente. Un bicho raro, como se
suele decir. No formaba parte del puzle. ¿Por qué la vida se complicaba a veces
tanto?
No pocas fueron las veces en las que se bañó en el lago del
bosque. Le daba igual la época, el frío no era obstáculo. Le encantaba sentir
el agua helada acariciando los dedos de sus pies y, más tarde, sus tobillos. Se
metía lo más despacio posible para notar el agua por todo su cuerpo. Cuando
ésta llegaba a las puntas de su pelo se acordaba de que tenía que recogérselo
para no tener que secárselo, ya que tardaba mucho. Pero ya que las puntas estaban
mojadas no le importaba demasiado y se metía tal y como estaba. Siempre le
ocurría lo mismo, era un despiste de chica. También nadaba en el lago cuando
llovía. Era una sensación extraña sentir el agua de maneras distintas. Parecía
un choque de texturas. Le gustaba. Al salir del lago le encantaba secarse al
sol, aunque en invierno se dedicaba a calentarse con rapidez y volver a ponerse
la ropa. Pero en verano tenía la manía de estar al sol, no sabía por qué. De
pie, sentada, tumbada… no le importaba, pero al sol. En ese período de tiempo
podía escuchar con tranquilidad el sonido del bosque; los pájaros trinar, los
ciervos andar, las hojas moverse… toda una orquesta sinfónica.
Cuando terminaba de vestirse, dirigía otra vez la vista al
lago y se volvía a acercar. Al estar el agua sin perturbaciones podía ver su
rostro sin problemas. Pelo exageradamente largo y despeinado que le llegaba por
los codos de color castaño, piel pálida, nariz pequeña, labios finos y unos
enormes ojos oscurísimos color café. Al verse reflejada, sonreía. En aquellos
momentos sentía eso que llamaban felicidad y no tenía por qué esconderlo. El
lago también ofrecía una realidad distinta en el hermoso cuadro que se formaba
en sus aguas; ahí la vista parecía más
triste, pero con millones de historias que contar. El mundo paralelo que le
regalaba era, como mínimo, interesante. Los árboles parecían mágicos y se le
antojaban enormes personas de carne y hueso. Las aves simulaban peces nadando
en el cielo y éste evocaba un grandísimo océano lleno de nubes “submarinas”.
Vivir ahí tiene que ser raro, pensaba. Deseaba zambullirse en esa realidad tan distinta a la suya.
Seguro que se estaría mejor volando por el cielo, sin las preocupaciones que ocupaban su mente actualmente.
Al terminar de admirar el lago por última vez, volvía a
internarse en el frondoso bosque. ¿Cuántos secretos esconderán estos caminos
vírgenes? ¿Habría alguna persona en el mundo tan enamorada de este paraíso como
yo? Su cabeza entraba en ebullición; siempre le daba vueltas a lo mismo cada
vez que llevaba un determinado tiempo paseando. Prefería seguir obviando un
poco más las voces de su cabeza, no quería volver al mundo exterior tan pronto.
Llegó un día en el que encontró una ruta diferente a la
habitual. Anduvo y anduvo hasta casi perder de vista los árboles. El camino se
empinaba cada vez más y se empezaba a cansar. Al fin llegó a la cima. Se
encontraba en lo alto de un precipicio, viendo unas vistas preciosas de la puesta
de sol. Si miraba abajo podía observar el bosque en el que tanto tiempo había
estado durante su vida, el bosque que amaba, el bosque que guardaba una parte
de sí misma. Clavó la vista en el horizonte y se precipitó al vacío. Ni ella
misma supo por qué lo hacía. Quizás al fin había encontrado una respuesta para
todas sus preguntas, quizás se había aburrido de buscar la clave a su vida…
nunca lo sabremos.
Y esta, querido y desocupado lector, es la historia de una
misteriosa y confundida chica a la que nunca nadie logró entender del todo.
Con amor, un bosque que echa de menos a su pequeña intrusa.
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