jueves, 17 de abril de 2014

No puedo huir de mí misma.

Es imposible. Y justo hoy lo he intentado; con todas mis ganas, con toda mi furia, con todo lo que mi cuerpo ha dado de mí. Pero no puedo. Por más que corro siempre me encuentro. Quizás hoy haya estado a punto de conseguirlo, pero me he encontrado con mi maldito árbol. Sí, tú; eres mío. Y yo soy tuya. Contigo puedo sentirme libre, pero, joder, no puedo huir de mí. Aunque he de decirte que algunas veces das mucho miedo. Hay algo en ti que me fascina y me atrae pero, a la vez, hace que tiemble de puro terror ¿Qué guardas? ¿Qué escondes? Te alzas robusto y fuerte ante mí para quedarte callado y no decir nada. Ni siquiera sé si sabes que estoy aquí, junto a ti.
Por desgracia, también puedo ver tus cicatrices. El tiempo no perdona ni a los más veteranos ¿Cuánto habrás sufrido…?
Es bonito tenerte como acompañante, apenas molestas. Y, oh, qué bonitas son tus hojas al moverse al ritmo del viento. También eres el hogar de una salamanquesa ¿eh? Supongo que tus habitantes te serán más fieles que yo. Total, solo soy una minúscula mota de polvo a tu lado.
Parece que te estás despertando, tus ramas se mueven con una grandeza propia de reyes ahora. Al menos te dignas a saludarme. Mala suerte la mía que ya me tenga que marchar…
Un placer, querido árbol, el haber compartido, otra vez, unos momentos de soledad.



                                       Araceli, siempre tuya. 

1 comentario:

  1. Me encantan todos tus relatos... Son geniales... ¿Te importaría ver uno mío y darme una crítica? Gracias...
    http://historiascenicientas.blogspot.com.es/

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