Desperté en la cama de Óscar bocarriba, mirando al techo. Le
tenía al lado, durmiendo de manera que podía acariciar su espalda. La
habitación estaba hecha un desastre; ropa por todos lados, algunos muebles
tirados en el suelo, las cortinas arrancadas… todo por una noche de lujuria. Lo
habíamos provocado él y yo. Juro que en el momento de la acción no nos dimos
cuenta del destroce que estábamos haciendo. Una noche explosiva, pensé.
Lo único que quería en ese momento era salir de ahí; no
quería que me viese. Lo había pasado bien pero, si mis sospechas eran ciertas,
no quería que me dijese que estaba enamorado. Sabía que había actuado mal, que
no tendría que haberle besado, que nunca tendría si quiera haber aceptado ir a
esa cita. Pero había pasado… ojalá se pudiera arreglar. Las pocas relaciones
que había mantenido con los hombres habían acabo fatal. Yo no sabía querer. Era
y soy maldad. Solo curioseo entre los sentimientos de las personas y, cuando me
canso, me voy. Sin decir nada. Sin dar explicaciones, en parte, porque no hay
ninguna explicación.
También sabía que, si Óscar se despertaba ahora, solo me quedaría con él por el sexo y por no hacerle sufrir. Esa sería mi condena;
verme atrapada en una relación que nunca hubiese querido que sucediera. Yo
solita me lo había buscado. No dejaría que otra buena persona se amargase con
mis tonterías de diablo. Hasta que él dejase la relación, yo seguiría mintiendo.
Aún estaba a tiempo de irme y no sufrir más… ni hacer sufrir más. Si no hubiera
caído otra vez en la tentación carnal, ahora mismo todos serían felices. Debía
elegir el momento de mi huída si no quería hacer daño a Óscar.
Sin apenas darme cuenta, se levantó y se volvió hacia mí. Me
miró tan dulcemente… casi podía ver en su mirada que sabía perfectamente que yo
era mala para él; que sería la peor droga que jamás se atreviese a probar pero,
a pesar de todo, me amaba. Con tan solo concentrarme un poco más en sus
preciosos ojos, descubrí que estaría dispuesto a esperar todo el tiempo que
hiciese falta hasta que yo sintiese algo por él. Me sumergí aún más en su
mirada hasta sentirle parte de mí, de mi propia oscuridad; sentí su deseo de
hacerme feliz todos y cada uno de sus días conmigo, que no le importaba ese
dolor que sentía de fondo cada vez que me rozaba, cada vez que me palpaba…
Se había enamorado de mí.
Se empezó a acercar lentamente hacia mi boca; sabíamos
perfectamente que ese beso sellaría nuestra perdición. Él había tomado la
decisión, yo solo la aceptaba. Al juntar sus labios con los míos, firmó la
sentencia con el diablo.
Y aquí me encuentro, otra madrugada más, en la misma cama,
recordando el momento en el que le di muerte a un músico. Otra sucia madrugada más
en la que me maldigo por odiar a mi músico. Otra terrible madrugada convertida
en oscuridad.
Fin.