"Continuación"
-Buenas – empezó a decir – me llamo Carla. ¿Me recuerdas?
Del otro bar.
-Sí, claro – continúo yo – es raro, nunca hemos hablado
antes.
Nos reímos y nos miramos. No hay tensión. Al principio me ha
resultado violento encontrarme con ella, pero ahora que estoy hablando con ella
me maldigo por no haberlo hecho en el otro bar. Estamos a gusto.
-¿Quieres una caña? – le ofrezco.
-Permíteme descubrir antes tu nombre, preciosa.
Reímos otra vez; yo por mi poca educación al no presentarme,
ella, seguramente, por mi cara de estúpida.
-Oh, perdón. Ja ja. Me llamo Raquel. Encantada.
-Raquel, bonito nombre.
-Gracias. Bueno, ¿te sigue apeteciendo una caña?
-Claro, encanto.
Mientras pido otra ronda, ella se quita su chaqueta de cuero
negra, y veo que lleva una camisa blanca, sencilla, suelta… preciosa. Se echa
la melena negra ondulada hacia un lado de forma muy seductora. Cada vez que me
mira con esos ojos oscuros siento que me derrito por dentro. Me vuelve loca.
Desde fuera pareceré idiota. Tengo que decir algo más, si no
me quedaré totalmente embobada.
-¿A qué te dedicas? – empiezo rompiendo el silencio.
-Soy arquitecta. Trabajo por la mañana en una empresa con
pocos empleados. El sueldo es una mierda, pero voy tirando con eso.
-¿Sólo por las mañanas?
-Sí; es lo único que pedí. Me gusta tener las tardes libres.
Puede que por eso cobre tan poco, pero lo prefiero así.
-Ah – chica misteriosa – y ¿cómo es la empresa?
-Es un edificio a las afueras de la ciudad; hay pocas personas:
la mujer de la limpieza, tres compañeros más y mi jefe. Por raro que parezca,
no nos falta trabajo. Y tú trabajas en…
-En una copistería, desde principios de año. Antes trabajaba en un conservatorio
impartiendo clases de piano, mi verdadera pasión, pero, ya sabes, había que
recortar y a los primero que echas no son a los fijos – suspiro - pero, en fin. No me quejo. Estoy feliz así.
-Pero ¿pretendes seguir dando clases de piano?
-Claro, pero no ahora. Puede que dentro de un año vuelva a
dar clase, pero por ahora, no. Tengo que acostumbrarme un poco al maravilloso
mundo de las fotocopias.
Se ríe. Tiene una sonrisa preciosa. Miro el reloj. ¡Uf! Ya
son las una y media. Yo que no soy muy trasnochadora…
-Bueno – dice ella – creo que me voy a ir yendo ya…
-Si quieres, te puedo acercar a tu casa. Oh, bueno, supongo
que tendrás coche, así que…
-No, en realidad no tengo coche. Utilizo el metro para todo.
¡Qué raro! Una chica tan segura, con un trabajo estable y,
aparentemente, de buena familia, sin coche. No me lo habría imaginado.
-Entonces está decidido. Te llevo a casa.
-No voy a negar tal invitación, sobre todo si viene de una
chica tan guapa.
Sonreímos.
Pago, cojo mi chaqueta y salimos a la calle. Le abro la
puerta del coche y, cuando está sentada, cierro la puerta delicadamente.
Mantenemos una conversación de poco peso mientras me va diciendo dónde está su
casa. Cuando llegamos me invita a pasar. “La última copa”, dice. Aceptaría de
buena gana, le digo, pero necesito una ducha, ya que estoy destrozada de todo
el día.
Quedamos mañana en el mismo bar, sobre la misma hora. Salgo del coche para
despedirme. Justo al dirigirme hacia sus mejillas para darle dos besos, ella me
agarra del cuello con una mano, firme y segura, y me atrae hacia sus labios. Me
junto con ella en un beso largo y dulce. Su otra mano recorre mi espalda
lentamente y llega hasta encima de mi muslo, mientras yo agarro su cara con las
manos y dejo todo mi aliento en este maravilloso beso.
Al retirar mi boca de la suya, la miro fijamente. Sus ojos
me hipnotizan. Son de color marrón oscuro, penetrante. Me parece estar
observando su alma, perturbada por el beso. Parece que me están diciendo que la
unión de sus labios con los míos también ha sido una sorpresa para ella. No
puedo creer que no se lo esperase; ha sido ella la que empezó a besarme. Puede
que se haya dejado llevar por un impulso… ya da igual. Quiero más. Ahora soy yo
la que la atrae a ella cogiéndola de la cintura y acariciándole su maravillosa
espalda. La beso más apasionadamente que antes y, sin apenas darme cuenta, nos
encontramos dentro del coche besándonos desenfrenadamente.
Cuando nos quedamos sin respiración nos volvemos a mirar.
Sus ojos me piden entrar a su casa rápidamente. Antes de que yo pueda decir
nada, coge las llaves del coche, me arrastra fuera, cierra el coche con llave y
nos plantamos en el portal de su casa. Abre la puerta y me atrae dentro
cogiéndome de la cintura para besarme. Respondo al beso de buena gana y cierro
la puerta con el pie. Instantes después noto el ruido de la puerta cerrarse
detrás de mí. La agarro de la espalda y empiezo a besarle el cuello. Oigo como
gime de placer mientras intenta quitarme la camiseta. Viendo sus intenciones,
empiezo también a desnudarla a ella rápidamente, entre besos y caricias.
Momentos más tarde nos encontramos las dos con sólo el sujetador y las bragas,
comiéndonos con la mirada. Yo no puedo resistirme más y empiezo a besar su
vientre; unas curvas perfectas donde perderme, pienso, mientras subo hacia sus
pechos. Le quito el sujetador que tanto estorba. Empieza a gemir lentamente
cuando empiezo a besar sus preciosos pechos. Podría pasarme horas besando cada
centímetro de su piel. Su voz me reclama; me pide que la siga besando. Obedezco
a la orden y me fundo en un beso intenso. Sin darme cuenta, me lleva a su cuarto
y nos encontramos tendidas en la cama.
-Empieza la diversión – me susurra al oído.
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